En la ribera izquierda del río Artibonito, ve transcurrir su día a día el municipio de Bánica.

Historia de Bánica
A comienzos del siglo XIX, el municipio fue abandonado, pero después de la dominación haitiana, la cual duró desde 1822 hasta 1844, fue restablecido y pasó a formar parte del departamento de Artibonito. La consagración definitiva de Bánica llegaría después de la guerra de la Restauración, cuando varias familias provenientes de los pueblos fronterizos la convirtieron en su hogar.
Bánica recibe su nombre a partir de la palabra taína, la cual significa “tierra de ébano,” un componente que caracteriza a la región debido a la intensidad de su color.
Hay más de 7 000 habitantes en Bánica
Quienes se levantan cada día para dedicarse a la actividad agropecuaria, principal protagonista de la economía del área.
En este municipio encuentras la encantadora iglesia de San Francisco de Asís, erigida en estilo colonial y dueña de una gran admiración e interés religioso y cultural por parte de quienes viven y visitan el área. No se ha podido determinar exactamente cuándo fue construida, pero en el año 1740, el Arzobispo Domingo Pantaleón Álvarez dejó impreso en sus registros que había una nueva y bien cuidada iglesia en el municipio.

La naturaleza dice “presente” en Bárnica
Dos de las pintorescas herencias de la antigua colonia española son los relojes de sol que siguen conformando una fuerte atracción turística en la zona. Uno de ellos podría datar de 1795, fecha que aparece grabada en una de sus caras, mientras que el otro es el de Santo Domingo y se encuentra en la emblemática calle Las Damas.
La naturaleza dice “presente” en Bárnica desde las alturas: a un kilómetro y medio de la ciudad, en dirección noreste, se encuentra el cerro de San Francisco. En sus garantas se encuentra una cueva de generosas proporciones que los pobladores del área han convertido en un centro de peregrinación. Las personas devotas de San Francisco de Asís, se colocan debajo de la ruta de las gotas de agua que caen desde lo alto de la gruta, ya que la consideran agua bendita.
Además de recibir esta bendición sobre sus cabezas y rostros, también empolvan sus semblantes con el blanco polvo calizo que duerme en las paredes de la cueva. De modo que cuando vemos salir de allí a un grupo de personas con sus rostros pintados de blanco, sabemos que se trata de un grupo de peregrinos que ha acudido a la cueva para entrar en contacto con su parte más religiosa.
El milagro de la vida también está presente en las laderas del cerro de San Francisco, lugar en el que podremos maravillarnos con la única población silvestre de Pereskia marcanoi, más conocida como rosa de Bánica, un cactus exótico que evoca más a las rosas salvajes que a las plantas crasas.